5- ¿MÁS IMPUESTOS O MENOS IMPUESTOS?

04/02/2011

Corresponde la pregunta en momentos en que se procesa a la interna del Gobierno una discusión en este sentido: subir el mínimo no imponible del IRPF en vez de bajar el IVA.

El propósito pretendido sería el de lograr “efectos redistributivos”. En este sentido el Estado sería una especie de “Robin Hood” moderno en que toma de aquellos que más tienen para otorgar a los que menos.

Ninguna disposición es inocua, todas tienen efectos económicos, afectan las decisiones de los agentes en el mercado. A menudo una medida genera efectos contrarios a los que se plantean (basta considerar el tema de las ocupaciones: pretendidamente a favor de los trabajadores terminan jugándole en contra por su efecto pernicioso sobre la inversión).

¿Cómo invierten los que invierten? ¿Cómo toman sus decisiones los agentes? En función de la rentabilidad (y riesgo) del emprendimiento.

Más impuestos contribuyen a disminuir el “cash flow” para el accionista, la rentabilidad requerida del proyecto (otro tanto ocurre si se introducen niveles de riesgo adicionales pero acá estamos hablando de un determinado nivel de riesgo dado e introduciendo en el análisis únicamente una variación -al alza claro está- en los impuestos).

A menos impuestos (a la renta fundamentalmente), más rentabilidad para el accionista (probablemente esto no suele “políticamente correcto” pero las cosas funcionan así), más emprendimientos se realizarán, más empleo, más incremento en la tasa de crecimiento de largo plazo de la economía, etc.

Lo que se ha hecho con el régimen de Proyectos de Inversión ha sido fantástico -a pesar de los plazos de evaluación y de un pesadísimo “seguimiento”- (la alternativa hubiera sido una rebaja generalizada en la alícuota del impuesto a la renta –se intentó inicialmente del 30% al 25% pero luego apareció el 7% a los dividendos que minó la idea inicial- pero a fuer de ser sinceros el régimen de inversiones de nuestro país ha alentado ciertamente cientos de proyectos).

Si hay más IRPF entonces los trabajadores (pongamos que los de las retribuciones más elevadas, los Ejecutivos) exigirán una retribución líquida similar a la anterior a la modificación por lo que los empresarios tendrán más costos, se disminuirá la rentabilidad y habrá menos emprendimientos y menos empleo. La política redistributiva habrá desaparecido. Y con ella los salarios. Y con ellos el incremento en la demanda (lo que, por cierto, constituye un desaliento para nuevos proyectos –sobre todo aquellos destinados al mercado interno-).

Sepámoslo: los impuestos no sirven para mucho más que tomar dinero de los contribuyentes. La teoría indica que esto debería hacerse de la forma en que menos se alteren las decisiones que los agentes tomarían en caso de no existir impuestos, con la menor distorsión posible. Sino el tiro puede salirnos por la culata. La evidencia empírica así lo demuestra.

Hay que tener mucho cuidado con esto. Los objetivos exhibidos pueden (o no) ser loables. El tema es si los instrumentos que se eligen contribuyen al logro de esos propósitos que se plantean. O logran los efectos contrarios a los deseados.

Una rebaja en el IVA beneficia a todos, a los ricos y a los pobres. Probablemente más a los pobres que una rebaja en el IRPF. A los pobres les conviene más que le rebajen el IVA a que le bajen el IRPF. Pero no se concibe eso pues beneficia también a los ricos.

Lo que hay que hacer es bajar el IVA, derogar el 7% y dejar el IRPF del trabajo como está (o disminuirlo generalizadamente).